viernes, 9 de marzo de 2012

Confesiones II

Pocas has sido las veces en las cuáles me he levantado de la cama de un salto, hoy fue de esos días, se me aceleró el corazón, caminé descalza hasta el tocador, abrí el cajón central y cogí la estampita que me acompañada desde hace algunos meses. Me vestí de inmediato, soñolienta, pero con convicción, había llegado el momento y no iba a dejarlo escapar.

Salimos con prisa, me costó mucho verter palabra alguna durante el trayecto, volaban tantas ideas dentro de mi cabeza que temía que las vomitase en cualquier momento , hoy sentí miedo, muchísimo miedo. De pronto evoqué la primera vez que tuve que pasar por algo similar, tenía siete u ocho años, aún dormía abrazada a mi madre, cuándo me dijeron que tenía que ir al hospital, salimos de madrugada aquella vez, me entristeció tanto la experiencia que no he podido superar la nubosidad de ese recuerdo.


El neurólogo se sienta frente a mi, tiene la sonrisa hermosa, su expresión se va dibujando con cada palabra,es bastante apuesto y no puedo evitar quedarme maravillada. Sin embargo me cuesta decirle lo que me está sucediendo, pienso que ocurrirá lo mismo de antes, hablar tanto para que me digan un sin fin de estupideces, no quiero sonar exagerada, cuido una a una mis palabras, me presta atención o por lo menos eso es lo que percibo, siento que los sonidos que van pariendo mis labios piden a gritos ser escuchados, termino de hablar y ya no me quedan más por decir, tan sólo esperar un poco más.

Coge suavemente los resultados de los análisis, estoy temblando, debo confesar que cuando decidí hacer esto tenía presente lo siguiente: prefería que me dijese que me iba a morir, a que no me lo diga y sin embargo lo esté haciendo lentamente ignorándolo; ese era mi principal miedo. Logra abrir la primera carpeta, intercambia las hojas y me susurra con dulzura:

- No se observa algo que crezca o decrezca de forma anormal dentro de tu cabeza, según estos gráficos podría afirmar que NO TIENES UN TUMOR.


* Durante casi dos años esa fue mi mayor aflicción, el dolor se acrecentaba y empezaba a ser tan habitual, con ello vinieron reacciones raras en mi comportamiento, mi vida dio un giro de 360° de un día para otro, se dio todo tan rápido que a penas pude asimilarlo, mi cuerpo se debilito por completo, muy a mi pesar aún se encuentra débil pero quiero creer que no es algo grave, que es algo momentaneo y que se esfumará desapercibido tal y como llegó, quiero creeer también que los exámenes no se ha equivocado y que esta pesadilla pasará pronto, que despertaré un día y dejaré de sentir incomodidas, que podré saltar y gritar sin miedo a que me suceda algo, a ser la misma de antes, a respirar con el dolor espiritual pero no con el dolor físico adicional ¿Acaso mi castigo no era suficiente?

En la otra carpeta, después de las revisiones correspondientes, me dijo que podría encontrarse la razón de mis penares, no sé porque siento que está equivocado, que esa no es la razón en sí, que lo mío va más allá de un dolor cotidiano o común, pienso que mis ideas han empezado a reventar, una  a una, que mi cerebro está empezando a colapsar, he perdido la fe y eso me agrieta cada vez más, la simple idea que nunca volveré a ser la misma de antes me destroza de sobremanera se me inundan los ojos con sangre y pienso:

¿En qué momento cambió todo?
¿Cuál fue la gota que derramó el vaso?
¿Estaba destinada a padecer esto?

Hoy no lo entiendo, quiero creer que es el más grande obstáculo que me ha tocado vivir y que es una prueba más que podré superar, quiero dormir y despertar sana otra vez, quiero que se diluyan los nudos que se me atan cada vez con más fuerza en el transcurso de estas líneas, quiero que mi mente obedezca y mis células sigan el camino de regreso a casa, quiero poder hacer tantas cosas . . . ojalá sea posible, ojalá, Díos mío.

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