sábado, 2 de enero de 2010

[Estúpida melancolía . . .]

Enseñame los brazos! - Grita entre ofuscada, furiosa y algo paranoica.

-No, no es nada.

-¡Qué me las enseñes; te digo! - Vuelve a gritar histérica.

- Esta bien (resignada se las muestra).

- ¿Qué carajo te haz hecho?

(El silencio se manifiesta en ella, avergonzada calla)

- Respóndeme !!! - Exclama, encendiéndose como una llama.

(Sigue ahí en silencio, cabizbaja).

- ¡Estúpida, siempre has sido una estúpida! ¿Estás idiota o que? No solo no sirves para nada, sino que también haces huevada y media.

(Otra vez el silencio se apodera de la situación, transcurren algunos segundos y de pronto una bofetada estalla en su cándido rostro; la cual quema, arde, MATA ... el mundo se le detiene, está quieta con el cuerpo inerte empero su mente ha viajado ya muy lejos, vuelve en sí y una lágrima se escapa ... una cobarde, tonta, impertinente LÁGRIMA SE ESCAPA; más allá del dolor le hiere la daga del desamor. Camina lentamente, sabe que esta vez se pasó de imprudente, temerosa susurra "¡No entiendes nada, nunca has entendido nada; Mama!" mientras algunas gotas de sangre va dejando tras su poquedad)

Los días que vinieron después de aquel suceso no fueron buenos como era de esperarse, a la indiferencia de la madre la hija tenía que acostumbrarse. La niña lloraba en las noches desvaneciendo su amor propio con reproches, se sentía tonta por haber sido descubierta, aunque sabía que tarde o temprano la verdad sale a luz aunque ignoraba que brincaría sobre ella estampándole la cruz, durante años mantuvo su dolor en secreto a pesar de tener su cuarto de remordimientos repleto; no estaba preparada para tantos ataques el mundo austero (por lo menos el cual consideraba suyo) el cual como si con un disparo certero le dio la espalda, dejándola en tinieblas aún mas oscuras que la enfermedad a cual no le había encontrado la cura.

Me la encontré un día de esos grises donde los sentidos pierden los matices, mientras caminaba bajo la melancólica lluvia de invierno, en el puente al cual acostumbro acudir cuando pierdo toda esperanza y se me depresión se me abalanza apresándome sin mención. Me la encontré marcándose la piel con desesperación, siguiendo el compás de una ya no bien entonada canción que envolvía aquel momento y reflejando que ya no existía en ella ningún sublime sentimiento.

He ahí sumergida en su silencio señal de que ha tenido una buena maestra: La ingrata que a más de uno desbarata "La soledad", a pesar de haber tenido muchas personas a su alrededor siempre se sintió sola, porque el amor que se da por obligación nunca ha servido de nada en un mundo donde ya no existen las hadas y como quererse a si misma si nunca supo de la existencia de un ente superior, aquel que te da estabilidad más que suficiente para arrancarte la frialdad.


Encontré esta historia en un diario empolvado visiblemente descuidado que guarda y protege mis más secretas confesiones, señales inéditas de una mixtura de emociones las cuales no han salido a la luz para mantenerse libre de opiniones; la encontré y no hubiese querido encontrarla si no hubiese asimilado que no se puede matar el pasado, y solo se puede cosechar si se ha sembrado, entonces concluyo en que existen fantasmas que nos persiguen a lo largo de nuestra vida; de los que no podrás escapar por más logros que puedas acaparar, los cuales no son más que males necesarios.